martes, 3 de abril de 2012

Trabajo practico.

Materia :Direccion

Pelicula : Persona

Director: Ingmar Bergman


                                          INGMAR  BERGMAN.


 Ingmar Bergmar nacio en Suecia en Uppsala en el año 1918. Cursó estudios en la Universidad de Estocolmo y obtuvo la licenciatura en literatura e historia del arte con una tesis sobre Strindberg. Hasta 1942 dirigió el teatro universitario y fue ayudante de dirección del Gran Teatro Dramático de Estocolmo. En 1943, la productora Svensk Filmindustri (SF) lo contrató para el departamento de guiones.


Un año más tarde, la misma empresa produjo una película a partir de su novela corta Tortura, que dirigió Alf Sjöberg. Entre 1944 y 1955 fue responsable artístico del teatro municipal de Helsingborg, etapa en la que también dirigiría su primera película, Crisis (1946), producida por la SF, y realizó una serie de adaptaciones para el productor independiente Lorens Malmstedt, en las cuales aparecen ya sus preocupaciones existencialistas y que merecieron cierto reconocimiento entre el público y la crítica de su país.
Hasta la aparición de la comedia Sonrisas de una noche de verano, el nombre de Bergman no empezó a ser internacionalmente conocido. El éxito que alcanzó esta película en el Festival de Cannes de 1956 lo convirtió en el autor de moda dentro del cine europeo, y eso hizo que se recuperaran numerosos filmes suyos.
El cine de Bergman tiene influencias del expresionismo y de la tradición sueca, en especial la de Victor Sjöström, y destaca por su gran sentido plástico, casi pictórico, y el aprovechamiento de las posibilidades del blanco y negro. Sus filmes giran en torno de una serie de constantes temáticas, en especial la muerte y el amor, marcadas por las preocupaciones existencialistas y religiosas del autor, y abordadas con un tono metafísico y una densidad de diálogos motivada por sus inicios en el teatro.
Ingmar Bergman ha escrito, producido y dirigido películas que abarcan desde la comedia ligera al drama psicológico o filosófico más profundo. En sus comedias, el contenido sexual está en mayor o menor medida presente, si bien tratado con extremo lirismo. Película emblemática dentro de su filmografía por su gran repercusión entre el público y la crítica, El séptimo sello (1956) constituye una lúgubre alegoría que indaga en la relación del hombre con Dios y la muerte, para la cual empleó recursos narrativos basados en la iconografía cristiana, aunque incorporando audacias personales de gran eficacia. Su virtuosismo técnico se hace evidente en Fresas salvajes (1957), recreación de su propia infancia para la que utilizó una estructura de narraciones superpuestas.
Bergman se consolidó plenamente a lo largo de la década de 1960. La obra más representativa de esta etapa es quizá Persona (1966), donde destacan las simetrías compositivas, los primerísimos planos y el empleo evocador del sonido y la música. Bergman continúa explorando en esta película el alma humana, su incapacidad para la comunicación, para sentir y recibir amor. Los setenta son ya años de pleno reconocimiento internacional para el director, en que los éxitos y los premios se suceden: Cannes, Hollywood, Venecia, Berlín... Su dedicación al cine no le impidió, sin embargo, continuar trabajando para el teatro y la televisión.
En 1976 abandonó su país por problemas fiscales y se instaló en Munich, donde creó su propia productora. De estos años data su película más encantadora y vital, Fanny y Alexander (1982). Bergman publicó sus memorias en dos volúmenes, Linterna mágica (1988) e Imágenes (1990), y escribió guiones cinegrafográficos para otros directores, entre otros su hijo Daniel.

En los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, su obra causó un entusiasta fanatismo en su legión de admiradores. Ninguno, como él, había tratado antes las adversidades humanas con tanta profundidad y verismo. Tal parecía haberse consumido en la hoguera de las devociones, en los fundamentalismos de la fe religiosa, en la militancia de los dogmas más sectarios. En realidad fue de una estricta racionalidad al filmar su obra en la que solía dar participación a todo su equipo. Pero su estricta educación luterana le dejó una huella profunda. Su padre era capellán del Rey de Suecia y en su hogar se vivía en una estricta atmósfera de metódica devoción.

Solía escribir sus propios guiones, lo cual a veces le llevaba años de labor, pero a sus actores solamente les daba un esquema de la situación dramática en que se encontraban y los dejaba improvisar en torno a esa coyuntura. Solamente utilizaba al mismo equipo de histriones: Max von Sydow, Bibi Andersson, Liv Ullman, Ingrid Tulin, entre otros, que sabían desenvolverse en esas circunstancias. A su Director de Fotografía, Sven Nykist, le daba algunas indicaciones sobre el clima de la narración, la tensión entre caracteres, la luz ambiental que deseaba y dejaba que con esos pormenores decidiera las condiciones de la imagen. Su uso de la participación ajena enriqueció mucho sus filmes con la suma de inteligencias de su equipo.

Siempre situaba a sus protagonistas en condiciones de vulnerabilidad e indefensión, enseñanza que aprendió uno de sus discípulos más fieles, Woody Allen. Sus filmes se desenvuelven en un ambiente atormentado y sombrío en los cuales se debate sobre la muerte, la soledad, la fe y la eterna lucha entre el bien y el mal, en un árido debate metafísico. 

Otra de las causas de su éxito fue la extremada economía de sus filmes. Ninguno de ellos costó más de 400 mil dólares y el promedio de su presupuesto era de 200 mil. Solía decir que en Hollywood estaban obsesionados con la taquilla y que eso era la causa de numerosos yerros y deformaciones, por eso nunca dejo de trabajar en Suecia, pese a su nombradía. Realizó cinco matrimonios en los cuales procreó nueve hijos.

A Bergman hay que reprobarle su reclusión en la intimidad humana en tiempos de grandes conflictos, que ignoró. En Inglaterra practicaban el “free cinema” y en Francia la “nouvelle vague” pero todos trataban de expresar lo mismo, el fastidio de una Europa que había sido sacrificada en el juego de las grandes potencias y estaba harta de ser empleada como chivo expiatorio de las ideologías. El cine italiano de aquellos años se caracterizó, con el neorrealismo, por el uso de la crónica para exponer la cotidianidad y sus contrariedades, de la utilización del arsenal político para denunciar los desajustes sociales. La expresión de esos años va desde “La tierra tiembla”, de Visconti hasta “La dolce vita” de Fellini.
Peliculas de Ingmar Bergman en Direccion y como Guionista.
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